La civilización inca se ha dado a conocer gracias a un cronista llamado Sebastián Gracilazo de
La resina del árbol Myroxylon pereirae o bálsamo del Perú, se usaba para curar enfermedades gingivales y en casos graves, se empleaba la cauterización. Dejó escrito que la raíz de una planta se calentaba hasta eblandecerla y entonces se partía parcialmente en su centro. A continuación, estando caliente, la apretaban contra los dientes, aplicando una parte en cada lado de la encía, dejándola así hasta que se enfriaba. El tejido gingival inflamado e hiperplásico quedaba quemado para permitir el desarrollo de un nuevo y sano tejido de granulación.
Al parecer masticaban hojas de coca durante la operación para aliviar el dolor. Los dientes que necesitaban extracción eran aflojados primero, aplicando una resina cáustica alrededor y debajo de la encía desprendida. A continuación, era presumiblemente arrancado de un golpe seco de estaca. Los incas no adornaban sus dientes, pero en Ecuador, la parte más septentrional que penetraron, se han encontrado cráneos que muestran mutilaciones a base del limado de dientes, incrustaciones de oro y lo que parece ser la inserción de orificaciones en cavidades previamente preparadas en las superficies gingivolabiales de los dientes incisivos.
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